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Y es que es esa misma cobardía, la que sirve de escudo a nuestros corazones, que tan lesionados quedan a veces de viejas batallas por culpa del amor, que pasan los años y el miedo a volver al ruedo los aqueja, perdiendo todo norte y sentido de dirección, tan guardados y protegidos quedan, que muchas veces hasta se nos olvida para que servían, aparte de mantenernos vivos en gran parte, y digo en gran parte porque no estamos completos hasta que encontramos nuestra otra mitad, alma gemela, media naranja, como gustemos llamarla, pero es indudable que aunque la coraza de hierro este especialmente ajustada a nivel del pecho, siempre habrá un alma que con sonreír y vernos a los ojos, nos hará romper cada uno de esos escudos que nos forjamos para cuidar y proteger nuestro más grande tesoro.
La vida nos muestra muchas puertas, cada una de estas puertas puede guardarnos oportunidades diferentes, para sanar nuestras heridas, curar el alma, y renovar nuestros sentimientos, que pueden estar lastimados por viejas batallas como lo dije en un principio.
El corazón con el tiempo ha demostrado ser un órgano totalmente independiente de la anatomía humana, pues razona por su cuenta, actúa por su cuenta, incluso pareciera que no hay un puente claro entre la mente y el, pues aunque la mente y la conciencia dicten algo, el sigue funcionando y dirigiéndose por sí solo, hacia donde el sienta la mayor atracción, o el mayor complemento a su ser.
A veces en una gaveta decidimos guardar antiguas ilusiones, viejas esperanzas, sueños recurrentes, porque muy en el fondo creemos que de un momento a otro esas ilusiones, sueños y esperanzas resurgirán en el futuro; otras veces, las embalamos en una maleta, y simplemente nos marchamos buscando alejarnos de todo aquello que un día nos hirió e hizo daño, para sanar con nuevos aires cada una de las injurias que el haber otorgado nuestros sentimientos nos produjo.
Otras ocasiones nosotros mismos dejamos ir en una maleta cada uno de nuestros sueños e ilusiones, por el simple miedo de resultar heridos en la cíclica batalla llamada AMOR. Aunque el agua corre por el cauce, el amor y la conciencia hacen lo propio, es ineludible el destino, es inexplicable que cada lagrima derramada en nombre del amor sea sinónimo de tristeza, cuando bien es sabido, que el llanto es la más pura señal de vida, porque razón habríamos de sentirnos mal al llorar por amor, si mas bien cada lagrima nos hace saber, al menos para nos, que ese amor, ese sentimiento, está vivo, que era puro, aunque lamentablemente no fue correspondido o simplemente la llama mutua se apago en uno de los bandos. Cada alma es libre, es hasta bíblico el derecho del libre albedrio, pero nuestros corazones, ay!! Si que no lo son…!! Puedes estar a miles de kilómetros de distancia, pero si tu corazón ha encontrado esa contraparte, siempre estarán unidos en mente y espíritu, aunque pasen mil años.
Inevitablemente, cuando tocan la puerta de tu corazón, no es necesario un manual para saberlo, cuando alguien viene de pasada, o cuando llega de huésped definitivo a cada una de tus 4 cavidades, ya queda de parte de cada cual si dejar pasar a ese alguien, o simplemente seguir adelante dejando correr las aguas compartiendo día y noche con la gris soledad.
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